lunes, 9 de junio de 2014





El arte de hacer negocios




El arte de hacer negocios | PlayGround | Articulos MusicaEn ARCO, sobre ARCO, escuchamos muchas cosas, que qué bien, que vaya mierda, que se nota un aumento de obra pictórica, que se nota cierto abandono del compromiso político… En fin, a continuación una selección de las cosas más bonitas, más curiosas, más raras o más absurdas que nos encontramos en nuestra peripecia ferial.
Fotos de Liliana López.
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Más que una exposición gigante, ARCO es un lugar para hacer negocios, una feria, y como en las ferias del Medievo, o en las ferias de ganado, o en el mismo Rastro, se respira cierto ajetreo y se ve desfilar variopinta fauna. En concreto la fauna de ARCO está formada por señoras entradas en años que se mantienen atractivas y muy delgadas, mujeres jóvenes con corte de pelo a lo garçon, artistas gafapastas o melenudos, pijos del barrio de Salamanca con foulard, famosos, famosetes y celebrities de medio pelo, arquitectos sexys, galeristas maduros con americana y pantalones morados, hipsters (cómo no), punks despistados y, en fin, el resto del común de los mortales.
Nos adentramos en la jungla de ARCO en la jornada del viernes, la primera de puertas abiertas al público en general: los dos primeros días están dedicados en exclusiva a los profesionales: galeristas, artistas, periodistas, comisarios, asesores artísticos y, sobre todo y en definitiva, a la figura que importa, al verdadero protagonista, a ese oscuro objeto de deseo, al que mantiene todo este tinglado en pie y corta el bacalao: el coleccionista. Por eso el viernes, cuando la mayor parte del pescado está vendido, los galeristas ya están mucho más tranquilos y, los que han conseguido colocar su obra, muchos más contentos. A estas alturas ya se puede hacer un juicio preliminar de cómo ha ido la feria en cuestión de ventas mirando los puntos rojos que se colocan a lado de las obras vendidas. Y lo cierto es que, a falta de resultados oficiales mientras se redactan estas líneas, muchos de los galeristas se mostraban bastante satisfechos.
antonio-lobo-etra_240214_1393231730_85_.jpg Antonio Lobo, coleccionista de arte
Imaginamos al coleccionista de arte como un tipo con el riñón bien forrado, lo suficiente para invertir miles o millones en obras y además pagarse el asesoramiento de un especialista y los viajes por diferentes ferias que se dispersan por el mundo. Alguien que el miércoles y el jueves no tenía que ir a la oficina en Munich o Birmingham o en Serrano y podía estar tranquilamente en Ifema paseándose entre cuadros, videos,  instalaciones y otros cachivaches sin nombre. Pero resulta que hay de todo en la viña del señor. Nos enteramos asombrados por el suplemento que ABC edita para la feria que cualquiera puede coleccionar: ahí está el caso de Antonio Lobo, un coleccionista que vive en un piso de 35 m2 y que tiene un sueldo medio normal, del que ahorra 300 euros al mes para dedicarlo a su pasión estética. Su colección, llamada Etra, está configurada por unas 50 piezas de arte del de ahora mismito: “Cuando miro un cuadro, veo el viaje a París que han disfrutado otros”, asegura. Aunque ver esas 50 piezas en un piso tan pequeño debe ser más bien como montarse en un carrusel caleidoscópico.
El caso es que no queremos desanimar al personal, por eso explicamos ahora por qué ustedes deben ahorrar lo que buenamente puedan e invertir en arte. Pues porque, al existir demanda y no estar relacionado con los mercados bursátiles, el arte es un valor bastante seguro en los turbulentos tiempos que corren, que le puede servir para conservar su patrimonio y, eventualmente, ganar un dinerito. A los que saben de esto les gusta contar la metáfora de que la misma noche de la caída de Lehman Brothers, en la casa de subastas Sotheby’s de Nueva York se batió un record histórico con la venta de obras de Damien Hirst por un valor de 201 millones de dólares, aunque esto, si lo piensan bien, no quiere decir nada. Lo que tal vez tenga más valor sea el 11% de rentabilidad media que consiguió el mercado del arte en 2011 según el Financial Times, frente a la atonía de los otros mercados. “Como la demanda no sigue los ciclos de los mercados financieros, el arte cumple perfectamente el objetivo de aportar diversificación, mantener una baja correlación con otros activos financieros y, por tanto, mitigar el riesgo global de las carteras”, según escribe Carmen Reviriego en su libro de reciente aparición El laberinto del arte (Paidós).
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"Los galeristas,
aparte de confusos,
andan algo cabreados,
porque la cosa no
es tan buena como
se esperaba"
El temita de la feria, y por seguir con el tema pecuniario, fue la bajada del IVA para el arte (del 21 a 10%) que el gobierno (e incluso algunos integrantes del mundo artístico) vendió como la panacea (en vista del desplome del 60% del mercado nacional) y que resultó ser un bluf. Los galeristas, aparte de confusos, andan algo cabreados, porque la cosa no es tan buena como se esperaba: el 10% lo puede aplicar el artista pero no el galerista, lo cual ha creado un sonado embrollo en el que nadie sabe exactamente como gravar, y, además, según denuncian algunos, favorece la compra directa al artista sin pasar por la galería. El tema fiscal es sumamente importante en un mercado tan global como el artístico. Aquí competir con galerías extranjeras menos tasadas resulta muy difícil: los coleccionistas prefieren comprar allí donde es más barato, es decir, en las de fuera.
Volviendo a la prosaica tierra: ARCO coincidió con el salón Aula, dedicado al estudiante, por lo que el ambiente de Ifema era más bien de macrobotellón sin alcohol, con toda la chavalería tirada por los suelos, comiéndose el bocata por los alrededores del recinto ferial. Cabe destacar el hecho de que las Fuerzas Armadas habían colocado un tanque allí enfrente en plan golpe de Estado (cosa muy apropiada por la fechas) pero con el inocente fin de enseñar a las tiernas mentes de la juventud la belleza de las armas más poderosas y sofisticadas. Había también bastantes jóvenes paseándose por la feria con la cara malamente pintada de payaso asesino. Ignoramos la razón, pero tenía su gracia.
A modo de anécdota personal, quien esto firma sufrió un notable bajón de tensión a mitad de la visita y un mareo mantenido durante el resto de esta, que transcurrió a base de sobres de azúcar bajo la lengua. No se sabe si fue provocado por el ajetreo y el calor, o por puro Síndrome de Stendhal. Una prueba más de que el periodismo cultural también tiene sus riesgos.
En ARCO, sobre ARCO, escuchamos muchas cosas, que qué bien, que vaya mierda, que se nota un aumento de obra pictórica, que se nota cierto abandono del compromiso político… En fin, a continuación una selección de las cosas más bonitas, más curiosas, más raras o más absurdas que nos encontramos en nuestra peripecia ferial.

Un señor oriental

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Cada año en ARCO hay una pieza icónica que, por curiosa o polémica, es la que más sale en los medios y que, por lo tanto, es la que más expectación crea entre los visitantes. Así, todo aquel que pasa por allí se fotografía con la obra que ha visto en la tele, y suponemos que a cada clic de cámara se revaloriza la pieza. Si hace un par de años lo que más trascendió fue el Franco metido en una nevera de Coca Cola de Eugenio Merino titulado Always Franco, y el año pesado lo que lo petó fue la frase “Ya basta hijos de puta”, que escribió en una pared Teresa Margolles, este año el centro de atención ha sido este señor oriental que ha traído la galerista Juana de Aizpuru. La gente se arremolinaba alrededor de la figura, de Fernando Sánchez Castillo, sacándole fotos de muy cerca para desesperación del empleado de la galería que no podía darse un respiro en su tenaz vigilancia. Por lo demás, si uno pasa por la galería bien vale la pena saludar a la propia Juana, que fue quien hace más treinta años tuvo la feliz idea de montar todo este lío que es ARCO. Por lo demás, con su gran bagaje profesional, su pelo rojo espantado y esa leve palidez, es en sí misma una obra de arte andante.

¡Hasta el recorte siempre!

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Los mítines más kilométricos de Fidel Castro, en la Plaza de la Revolución de La Habana, eran seguidos por la atenta mirada de una icónica imagen del Che Guevara dibujada con metal en la fachada del ministerio del Interior por el escultor Enrique Ávila. Ahora el colectivo artístico cubano afincado en Madrid Los Carpinteros hace una sátira con las misma técnica (una que ya usaron en la ardiente instalación Candela, en Matadero Madrid) en la que el retratado no es el guerrillero argentino sino la mismísima Angela Merkel. Los Príncipes de Asturias, en su visita a la feria, se acercaron al stand de la galería alemana Peter Kilchmann a rendir pleitesía.

Arte tras el ictus

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En la galería de la célebre Helga de Alvear estaban de buen humor. “La feria está yendo muy bien, hemos vendido a españoles y a extranjeros, cosa que no esperábamos”, según explica Violeta Janeiro. Esta obra de la coruñesa Ángela de la Cruz, a la que le gusta jugar con la idea del “lienzo torturado” como elemento escultórico, aunque en este caso la obra es de metal. “La anécdota es que la artista se quedó embarazada hace cuatro años y tuvo un ictus que la dejó en silla de ruedas”, dice Janeiro, “ahora tiene dificultades para hablar, pero, aunque más lentamente, sigue produciendo, y muy bien”. Toda una historia de superación.

¿Revelación o timo?

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En el mundo del arte hay que tener muy en cuenta los conceptos. Por ejemplo, uno ve está obra, hecha con material de oficina y piensa: vaya chorrada. Puede incluso que suelte hasta el legendario: “pero si esto lo hace hasta mi niño en preescolar”. Pero claro, luego cae uno en la cuenta de que la obra es una revisita a Piet Mondrian y le empieza a coger el gustillo. Al final, mola, que no todo tiene que entrar por el ojo, sino por el cráneo.

El bosque ordenado

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En esta obra pasa un poco como en la anterior. Uno ve un montón de maderitas colocadas en el suelo, en el espacio de la galería Anhava, y piensa que le están vendiendo la moto. Luego se informa de que el artistas finlandés Antti Laitinen (Finlandia era esta año el país invitado), taló una superficie de 10x10 metros de bosque y clasificó sistemáticamente todo lo que encontró dentro. La cosa cambia.

La maqueta del Fin del Mundo

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Si ustedes son aficionados a las maquetas o a los juegos de guerra como el Warhammer, les encantará esta pieza alucinada. Se titula Ilusiones rotas y es del artista cubano afincado en Mallorca Jorge Mayet, que lo ha fabricado con papel maché, alambre y poliuretano. Sale por 20.000 euros. “De la aridez y la destrucción surge algo de vida, de esperanza, son los elementos con los que suele jugar el artista. La naturaleza como símbolo de la sociedad y los peligros que la amenazan”, según explica un tímido representante de la galería Horrach Moya, que prefiere no dar su nombre. Dan ganas de colocarle encima unas figuritas de elfos y orcos.

Color y ya

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La extrañeza (o indignación) que provocan los cuadros monocromos viene de lejos en la historia del arte. Hay quien vio en ellos el mayor radicalismo en la búsqueda de la pureza artística y hay quien vio en ellos una solemne tomadura de pelo. Bueno, aquí tenemos otro, de amarillo fluorescente, obra de Rosa Brun. “Ella es heredera del minimalismo americano”, explica Daniel Cuevas de la galería Pilar Serra, “a través de las formas geométricas y los colores. Lo cierto es que es un arte más conceptual que utiliza muy pocos elementos y, por ello, a veces puede resultar complicado que llegue al espectador”.

El torero sin la flamenca

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Esta obra de Curro Ulzurrun bien podría colocarse en la tele junto a la folclórica, o eso pensarán los extranjeros a los que eso de la Marca España no les suene de nada, como segura y tristemente ocurrirá. Son huchas y se titulan I+d+i. Cuestan 600 euros en la galería viguesa Trinta. “Tiene que ver con la manipulación del lenguaje, en una época en la que nos tratan a todos como unos zangolotinos”, explica el artista, “España ya no es un país, es una marca. Ya no somos ciudadanos sino potenciales consumidores. La universidad es una empresa. Nos van metiendo el lenguaje de la economía y de la empresa y acabamos hechos unos zorros porque son mentira. La figura del torero también me parece una cutrez”. Por cierto, ¿qué significará zangolotino?

¿Es arte un extintor?

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¿Recuerdan, una vez más, el chiste de aquel que coloca un extintor en un museo de arte contemporáneo y hay quien lo confunde con una obra? Pues ARCO está tan lleno de extintores por todas partes que uno se pregunta si no los pondrán para confundir al personal y no por el riesgo real de incendio, que no puede ser tan alto. En cualquier caso, como se ve en la instantánea, hay quien no lo tenía nada clar



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